Dentro de poco comenzamos a arar la tierra. Rastrojos que dejamos para que sirva de alimento a la numerosa fauna que se han aprovechado de ellos. Desde que comenzamos la siembra del trigo en plena Sierra del Moralejo hemos ido observado cada especie de ave a lo largo de la temporada.
 
Era noviembre cuando comenzamos a preparar la tierra, y buen lecho para alojar las semillas, momento en el que nos siguen los bandos de lavanderas blancas y los colirrojos tizones se lanzan tras el tractor, corretean las cogujadas. Desde este lugar privilegiado vemos al atardecer resguardarse a zorzales, gavilanes, palomas torcaces, pinzones y demás fringílidos en el pinar cercano. El triguero no faltará a lo largo del año, aunque sí cambia su número, muy gregario en estos momentos, más solitario en primavera y verano.
 
Comienzan a emerger las nuevas plantas y ya campea el ratonero, en poco tiempo los vemos con sus vuelos de cortejo. El águila perdicera ha descubierto esta pradera rodeada de monte mediterráneo, enclave perfecto para ella. Los mosquiteros comunes y petirrojos buscan alimento entre las plántulas del trigo y se refugian en las lindes. Esos mismos linderos, al igual que las islas de vegetación en el interior del cultivo, sirven de oteadero a los alcaudones reales. Las bisbitas, las cogujadas y las perdices siguen campeando, muy fáciles de observar en el manto verde.
 
Las aves invernantes se van marchando y comienzan a llegar las primeras estivales cuando el trigo ya ondea con el aire. Casi rozando las plantas los aviones roqueros capturan sus presas. El milano real se resiste a marcharse, pese a la molestia de los cuervos.
 
Las tarabillas se disputan su territorio en la linde, llegan rozando el trigal con sus acrobáticos vuelos las golondrinas comunes. Gana altura el trigo y son comunes vencejos y aviones. Por esta fecha alguna rapaz se deja ver aprovechando la visibilidad del campo abierto como el cernícalo vulgar, la culebrera, la calzada y el milano negro. Incluso las rapaces nocturnas nos dejan pistas de su presencia como el búho real y sus egagrópilas, dejadas en los posaderos. El trigo es el lugar perfecto para esconder su nido el buitrón.
 
El trigo amarillea, se seca y se cosecha. Momento de comida fácil sabido por las aves que al arrancar la cosechadora se ponen en marcha para no perder bocado. Así se llegan a ver golondrinas comunes, aviones comunes, golondrinas dáuricas, vencejos comunes, pálidos y reales, cernícalos primillas y vulgares, tarabillas, alcaudones comunes, papamoscas grises van y vienen desde las manchas de monte, e incluso algún azor busca la ocasión de encontrar algún ave con la guardia baja ante tal festín de insectos.
 
Tarea fundamental es preparar los cortafuegos, el barbecho puede esperar. Ahora es cuando vemos de nuevo a las perdices, las tórtolas comunes, estorninos, mirlos, gorriones, alcaudones, currucas y multitud de fringílidos. Siguen viniendo golondrinas comunes, dáuricas, vencejos comunes y reales.
 
En el trigal la vida fluye a lo largo de las estaciones, un agroecosistema vital para multitud de especies.